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Invitada especial Feria del Libro de Santo Domingo, 2016 |
Ana María Matute
nació un 26 de julio en Barcelona, España. Con su familia vivió el horror de la
guerra civil española, de ahí, que su obra literaria se origina desde un punto
de vista de la vida, marcado por el pesimismo. La enajenación, la hipocresía,
la desmoralización, y la malicia, son características que comúnmente describen la
psicología de sus personajes que viven en medio de la maldad del mundo de los
adultos, en contraste con la ingenuidad, ilusión y espontaneidad del universo
de la infancia,
La violencia, el
odio, la muerte, la miseria, la angustia y la extrema pobreza que siguieron a
la guerra marcaron hondamente a su persona y a su narrativa. La de Matute es la
infancia robada por el trauma de la guerra y las consecuencias psicológicas del
conflicto, y la posguerra en la mentalidad de una niña, y una juventud marcada
por la desesperanza, sentimiento que se refleja en sus primeras obras centradas
en los "los niños asombrados" que veían muy a pesar suyo, los
sinsentidos que les rodeaban.
En sus novelas,
esta maestra del realismo literario trata muchos aspectos políticos, sociales y
morales de la España del período de la posguerra, en una prosa frecuentemente
lírica y práctica a la vez, en la cual, incorpora técnicas narrativas asociadas
con la novela modernista y surrealista.
Con todas estas
cualidades y talento literario, Matute es considerada una de las voces más
personales de la literatura Española del siglo XX. Son famosas sus trilogías, obras
literarias compuestas por tres novelas o cuentos que tienen a la vez características
comunes y diferentes. Entre ellas: Historias
de Artamila y la trilogía Los
Mercaderes compuesta por: Primera
memoria, Los soldados lloran de noche
y La trampa. En el siguiente
fragmento de la novela Olvidado Rey Gudú (Editorial
Espasa Narrativa 1996) una de sus obras más leídas, se aprecia su estilo realista
que reproduce artísticamente los hechos para dar un retrato fiel y vital de los
seres humanos, su carácter y su ambiente.
“Los hijos del
Conde Olar heredaron la extraordinaria fuerza física, los ojos grises, el
áspero cabello rojinegro y la humillante cortedad de piernas de su padre. Sikrosio,
el primogénito, tenía más rojo el pelo, también eran mayores su fuerza y
corpulencia, su destreza con la espada y su osadía. Por el contrario, de entre
todos ellos, resultó el peor jinete, precisamente por culpa de aquellas piernas
cortas, gruesas y ligeramente zambas que algunos, bien que a su espalda-
tildaban de patas. Si hubo algún incauto o malintencionado que se atrevió a
insinuarlo en su presencia, no deseó, no pudo, repetirlo jamás. Desde temprana
edad, Sikrosio dejó bien sentado que no se trataba de una criatura tímida,
paciente, ni escrupulosa en el trato con sus semejantes. Su valor y arrojo,
tanto como su naturaleza, no conocían el desánimo, la enfermedad, la cobardía,
la duda, el respeto, ni compasión. Pronunciaba estrictamente las palabras
precisas para hacerse entender, y no solía escuchar, a no ser que se refiriesen
a su persona o su caballo, lo que decían los otros. No detenía su pensamiento
en cosa ajena a lances de guerra, escaramuzas o luchas vecinales y en general,
a toda cháchara no relacionada con sus intereses. Cuando no peleaba, distribuía
su jornada entre el cuidado de sus armas y montura, la caza, ciertos
entretenimientos guerreros y placeres personales – no muy complicados estos,
ni, en verdad, exigentes-.Era de natural alegre y ruidoso, y prodigaba con
mucha más frecuencia la risa que la conversación. Sus carcajadas eran capaces
de estremecer- según se decía- las entrañas de una roca. Amaba intensamente la
vida- la suya, claro está- y procuraba sacarle todo el jugo y sustancia
posible. A su modo, lo conseguía……Pero un día, Sikrosio conoció el terror. El
terror nació de su recuerdo y culminaba en una profecía. El recuerdo le
asaltaba inesperado, cada vez con más frecuencia, y llegó a amargar parte de su
vida. La profecía- que vino mucho más tarde- la destruyó definitivamente….Y
todo esto comenzó una mañana, apenas amanecía la primavera, junto al río Oser
(….)”.[1]
La historia de Sikrosio se puede identificar con el
desarrollo de una anécdota, esto es, el encadenamiento temporal y causal de las
acciones que protagonizan los personajes. En cuanto al plano semántico se
desarrolla el tema de la infancia. En Olvidado
rey Gudú Ana María Matute logra llamar la atención sobre los significados
mismos, o dicho de otra manera, utiliza una prosa narrativa, diáfana y
descriptiva, gracias a una selección de palabras instrumentales y denotativas
que logran materializar la función expresiva de la lengua. La que es propia de
los textos literarios. Todo esto significa, que estamos ante una escritora,
cuya finalidad radica en la construcción de un universo narrativo en sentido
estricto, con múltiples personajes que responden a un número de funciones
acordes a su aportación al desarrollo de la historia. En la obra de Matute los
personajes se identifican con la fuerza fundamental generadora de la acción. En
Historias de la Artamila (1961) tal
asociación de
En el año 2000 Ana
María Matute vino a Santo Domingo para participar en la Feria del Libro,
asistiendo a varias actividades. En el marco de ese evento dictó una
interesante conferencia sobre su obra que tuve la oportunidad de escuchar. A
continuación transcribo un fragmento de la nota de prensa que divulgó la
comisión de La Feria Nacional del libro 2000 con motivo de la visita de la
laureada escritora española.
“El día estaba
soleado y caluroso cuando Ana María Matute atravesó el umbral de la Feria del
libro vestida con una falda azul de mar adornada con una colección de lunas
llenas y una blusa con los últimos colores de la tarde. Eran las once y
cuarenta y cinco. Sin abandonar por un segundo la conversación, que en ella es
arte y magia, y forma de expresión, empezó a firmar sus libros, diciendo: “A mí
me parece una gran cosa de esta feria la gran participación de niños y jóvenes.
Ellos son el futuro. Ana María Matute, anda por el mundo con todos los reyes y
mendigos a cuestas, con sus campesinos muertos de hambre y sus poderosos
muertos de miseria. Son seres derrotados y signados por la imperfección de los
actos humanos, habitando una novelas donde, a pesar de las circunstancias, está
presente la esperanza. Su pelo esta poseído por la luna y bajo ese manto blanco
que lo cubre ha puesto a convivir dudas y certezas”.
[1] Matute, Ana
María. Olvidado Rey Gudú. España: Editorial Espasa Narrativa. 3ª. ed. 1996.
pp.17- 18.
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